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Yo propongo una fotografía y un escritor colaborador pone las palabras...
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Fede Biggi

Paula Arbide September 22, 2015

Primero fueron los aullidos, luego las desapariciones. El barrio estaba aterrorizado. Las madres no dejaban jugar a los niños en la calle y nadie salía de casa después de anochecer. Por eso, cuando unos cazadores trajeron el enorme perro que habían abatido en los alrededores, todo el mundo respiró tranquilo.

 Para celebrarlo, organizamos una gran fiesta a la que vinieron todos los vecinos. Tía Berta se ocupaba de los dulces y mamá servía copitas de anisado. Cuando tío Horacio cogió su acordeón para entretener a los invitados, la prima Reme y yo convencimos a don Quilmes para que nos acompañara a admirar la colección de mariposas que papá guardaba en el sótano.

 Me caía bien el pobre viejo. Pero había que alimentar a la mascota.

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María José de Xerica

Paula Arbide September 3, 2015

"Sentí una explosión en mi interior. Una fuerza crecía y luchaba por salir y expresarse. No encontré el modo de hacerla salir. Rompí a llorar. Mi sangre bullía y mi alma se partía en mil pedazos. Era un volcan a punto de estallar. El calor me abrasaba, y enfermé sin motivo. Quería gritar pero el sonido no salía de mi boca. Solo escuchaba el temblor de mi interior. Era incapaz de sentir nada ajeno a mi. La energía y la fuerza se esparcían por todo mi cuerpo. Me estaba consumiendo por dentro. Mis ojos llameaban y las chispas me cegaban. Como una crisálida, me estaba protegiendo del exterior para sucumbir al cambio interior. Y cuando ya no podía más, cuando inconsciente me tiré en la arena, estallé y salí volando. Ya no era yo, era un espíritu libre atraido por una fuerza superior.

Una gota de agua explota en el mar y desaparece, pero las ondas que provoca se expanden infinitamente.

Una mariposa rasga el aire con sus alas y su movimiento es imperceptible, pero el aire comunica al mundo su presencia.

Una estrella atraviesa la atmósfera y aparentemente se desintegra, pero las moléculas que lo componen, como polvo mágico, tocan un cuerpo y se produce lo inesperado, lo inexplicable, lo que nadie puede predecir. Nada es permanente, todo cambia y nunca sabes por qué."

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Alex Oviedo

Paula Arbide August 7, 2015

Tela negra

Hay mañanas en las que, al abrir los ojos, veo su imagen. Se inclina ante mí con su piel de noche y su cabello negro, y se hace un hueco en mi cama. Es entonces cuando me acuerdo de ti, de los domingos en que te levantabas temprano para bajar a correr, casi una hora, los auriculares en los oídos, el maillot muy ajustado… Al volver me encontrabas medio dormido, te desnudabas para entrar al baño y te oía tararear bajo la ducha. Minutos después volvías a la cama donde te recibía, el cuerpo aún húmedo, el pelo mojado: olías a jabón pero también a gotas de perfume, Aire de Loewe, que deslizabas por tu cuello y por algunas partes estratégicas de tu piel. Me abrazabas, susurrabas que querías tenerme y nos amábamos durante horas hasta que el cansancio volvía a envolvernos en su manto.

La imagen en blanco y negro de esta mujer que me visita algunos domingos me recuerda a ti; por eso la recibo igual de expectante, mi cuerpo abierto a sus caricias, mis dedos recorriendo su vestido hasta que nos desprendemos de él para vestirnos de besos. Y aunque sé que no eres tú, no puedes serlo, me dejo guiar por sus mentiras, por la imitación de tus gestos, por el ritual de repetir lo que hacíamos. También aquella mañana te esperaba cuando me sobresaltó el sonido del móvil. Supe que algo había pasado, incluso antes de cogerlo. Qué más da lo que hubiera ocurrido, que no vieras el coche, que la música de los auriculares te impidiera oír los frenos. O que me aseguraran que todo había sido rápido.

Te quiero, me susurra la mujer llevando sus labios por mi pecho.

Te querré éste y todos los días, le respondo yo.

Se ha puesto tu perfume, se ha cortado el pelo como le dije. Se sienta sobre mí y me sonríe poco antes de permitir que la ame. Se parece a ti. Y hubieras sido tú si no fuera porque he olvidado dónde dejé su dinero. 

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Kike Morey

Paula Arbide July 24, 2015

El compadre Santacruz

 

Conocí a Víctor ‘el compadre’ Santacruz en Querétaro, un sábado al mediodía. La plaza Santa Cecilia, más conocida como la plaza de los mariachis, es el lugar en donde tocan y cantan varios grupos de música mexicana durante todo el día. Me acerqué a la banda de Víctor porque estaba interpretando una de mis favoritas: ‘El mariachi loco’, de las rancheras más solicitadas por los extranjeros que llegan a la patria de Agustín Lara y José Alfredo Jiménez.

Le dejo unas monedas al finalizar la canción y le pido que me explique la razón de su éxito: “Yo no sé por qué los turistas adoran esta rola; se ponen a bailar, a cantar y a echar desmadre. Se toca porque sabemos que les gusta. Pero la verdad es que a varios de los de aquí no nos hace mucha gracia. Tenemos un repertorio maravilloso, con temas que hablan de lo bonita que es nuestra tierra, su gente y las mujeres. Cómo vas a compararla con ‘Volver’, ‘El rey’ o ‘Si nos dejan’. Y eso que te he dicho las más conocidas, porque te puedo nombrar muchísimas que la gente ni idea tiene que existen” me dice Víctor sin dejar de acariciar las cuerdas de su guitarra.

Le pregunto cuál es la canción que más lo emociona: “Rancheras hay varias, porque ya sabes que los mexicanos le escribimos a todo, como ‘El corrido del caballo blanco’ de José Alfredo Jiménez, que en realidad se la escribió al Chrysler Impala del 57 que lo acompañó de Guadalajara a Tijuana una vez que la gira no le salió como la tenía planeada. En una estrofa habla del hocico sangrante del caballo pero en verdad se trata del radiador que se le había picado a medio camino. Además en esa canción se menciona muchos lugares de nuestro hermoso México. Pero también somos buenos para las serenatas y el amor como en ‘Deja que salga la luna’; y es que cómo no va a caer enamorada una mujer si usted le dice ‘cuando estoy entre tus brazos, siempre me pregunto yo, ¿cuánto me debía el destino, que contigo me pagó?’. Era grande José Alfredo” me responde con nostalgia el músico callejero.

Hablamos de cómo se gana la vida en este lugar: “Nosotros estamos aquí generalmente de miércoles a domingo, desde las doce del día hasta más de la medianoche, sin parar. Cada uno sacamos al día alrededor de 300 pesos –más o menos unos 20 dólares-. Eso sí, si conseguimos que nos lleven a una fiesta o a dar una serenata podemos ganar mucho más porque ahí cobramos por hora. Hay varios grupos que empezaron aquí y ahora ya casi ni vienen porque tienen una clientela fija que los llama para cualquier reunión. Ellos ya no necesitan banquetear clientes como nosotros. Pero ahora que me está entrevistando pues a ver si nos vuelve más famosos, ¡caray!” me dice Víctor con una sonrisa en la que relucen sus blancos dientes.

 “¿Y a todo esto, en qué periódico y cuándo va a salir esto?” me cuestiona el compadre Santacruz, cuando le pido que se ponga al lado de uno de los cactus del lugar para sacarle una foto. “En ninguno, es para mi blog” le respondo mientras calibro el lente de la cámara. “¡No me chingue jefe! Entonces le va a salir más caro” me dice el mariachi con franqueza sin perder la sonrisa. “No te preocupes que de aquí nos vamos a la casa de unos amigos a darles una sorpresa” le digo para tranquilizarlo. “¿Pero vamos a tener que tocar ‘El mariachi loco’? me pregunta con sorna. “No te queda otra” le contesto sin ninguna duda.

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Fede Biggi

Paula Arbide July 10, 2015

Cada vez que pasaba por delante del portón, el viejito le susurraba siempre lo mismo: “Hay prodigios, hay prodigios”. Un día, preguntó en el café de la esquina. “No le haga mucho caso, señor. El hombre perdió a su esposa hace un tiempo. Parece que ardió la casa y ella quedó encerrada dentro. Una desgracia” 

Una mañana, vio el portón entreabierto. Asomó la cabeza. La casa estaba a oscuras, pero pudo distinguir al viejito, que le sonreía y le hacía seña de que se acercase. “Hay prodigios, hay prodigios”

Fue al apagar completamente el fuego cuando descubrieron el cuerpo carbonizado. Vino la policía, pero nadie había visto nada. A él, ni le preguntaron. Qué iba a saber ese viejo chiflado, de mirada perdida, que siempre andaba murmurando palabras sin sentido.

 

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Francisco Taboada

Paula Arbide June 25, 2015

mediocaballo.com

    CINCO son los motivos que nos han llevado a escoger la fotografía de Paula Arbide titulada Viejo caballo blanco sobre fondo negro como imagen de cabecera de mediocaballo.com:

    —La evidente espiritualidad del caballo retratado, lleno de dignidad y presencia, con la brida firme y la mirada escondida, como un vínculo certero entre los dos mundos.

    —La elección del blanco y negro, con predominio del negro, sugiriendo así que la luz de lo real retrocede ante la oscuridad del sueño.

    —La perfección del encuadre, al ocultar en la sombra medio caballo, coincidiendo con el nombre de esta página,  nacida para la recuperación urgente de los símbolos.

    —La capacidad de sugerencia del conjunto, ya que basta una simple mirada a la foto para hacerse cargo de la situación crítica en la que nos encontramos actualmente, donde sólo uno de cada cien individuos es capaz de soñar y, cuando lo hace, sueña con medios perros, medios dragones, medios caballos y el resto de los símbolos en trance de desaparición.

    —Y las orejas. Las orejas atentas del caballo. Esas orejas que combaten por nosotros entre la luz y la sombra. Ese gesto de alerta. La llamada quieta a la acción inmediata, antes de que perdamos un referente humano fundamental. Porque si nada es símbolo de nada, la Nada lo será todo.

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Mentxu Arrieta

Paula Arbide June 11, 2015

TE PIERDES

 

Te pierdes,

te me pierdes por los enjambres costeros,

por el tintineo de las focas,

el destierro de las garzas...  

 

Te pierdes

te me vuelves a perder

y ni siquiera escucho el fin del susurro de tu aliento

que parpadea en la concavidad del cristal de mi casa.

 

Te vuelcas en la pérdida

llegando a no mutilar las sombras vacías,

cegándome en la masacre de la no mirada.

Tu pérdida se retuerce en los oleajes

donde merodea una furtiva herida.

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Fede Biggi

Paula Arbide May 29, 2015

Pues sí, doña. Acá mismito me paso el día. Llego bien tempranito en la mañana y estoy hasta que anochece. Los días de semana vendo tacos de pollo y de res. Los domingos, carnitas y chicharrón.

¿En este puestito? Años llevo. Desde que me mataron al marido. Unos borrachos en una pelea. Ya sabe cómo son los hombres. Empiezan pleiteando por una nada, y la terminan sacando el cuchillo. Pero fíjese que yo me enteré de quiénes fueron los asesinos. Y, de a uno, toditos murieron. Algo que les cayó mal en la comida, dijeron.

No se preocupe, yo se lo hago a su gusto. Cebollita, jitomate, carne de res y cilantro. Y una nadita no más de chile, que no la veo a usted muy dispuesta.

 

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Marina Scotto

Paula Arbide May 15, 2015

Lo primero que veo es carne. Carne y un poco más...

Carne es, ese cráneo maduro, lamido con vello de recién nacido; que me recuerda un instante, al respaldo de una silla de flores.

Carne es, ese olor a vientres y pliegues conocidos, cual cuando no está nublando mis ojos, se está meneando por los aires, cómplice del polvo chivato, hasta que vuelva a acosar cada pelo de mis narices.

Carne es, esa voz que prometió volver a dentro, mientras sus hombros ya seduciendo al sol, defraudaban a la puerta, y todo lo que quedó atrás.
Esa voz, salida de esa hermosa garganta, que acaricia firmemente los párpados de uno, y luego se clava en los huesos de su cara.

Carne es, esa montaña, cuyos bultos morados, se hinchan como pezones resfriados, abandonados a la lucha insatisfecha de la luz y las nubes.
Y carne es, la espalda translúcida de esa ola, cuya cabeza,
buscando los pies, derrama sus sesos en espuma arenosa.

Carne es, ese secreto, cuyas millones de manecillas, a veces palpan mi corazón con húmeda y cálida timidez; o se rompen en falanges secas y frías contra mi mente.
Ese secreto que me quiere revelar tu hogar...
¿Dónde estás?

¿En mis muslos? ¿ En los átomos del último pensamiento?
¿En los labios de ella? ¿O en la ternura de éste?

Quiero sentarme en tu carne. Ir rechazando e inhalando continuamente los restos.
Quiero sentarme en tu carne, y un poco más...

Tags Marina Scotto, Paula Arbide, Photowriting
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Maria José Xerica

Paula Arbide May 1, 2015

Ayer lo vieron pasar. Eso me dijo la Señora. Ella está convencida de haberlo visto, pero yo no me lo creí. No podía, no debía creerlo. Ella insistió. Viendo mi cara de angustia, me dio todos los detalles que recordaba, su aspecto, su ropa, el lugar donde lo vio, la hora… Pero no era posible, y si era cierto, sólo podía ser un milagro. Lo que pudo contarme sobre él,  no encajaba con mis recuerdos, tal vez hubiera cambiado o tal vez, mi subconsciente hubiera deformado la imagen que tenía de él. No me quedaba nada suyo, ni una imagen siquiera para  poder refrescar mi memoria y comprobar si podría tratarse de él. Se lo llevaron todo.

 

Pero yo también he cambiado. Él  tampoco podría reconocerme. Desde el mismo momento en que supe que había desaparecido, el  tiempo se detuvo para  mí. Mi vida se convirtió en una espera o en una desesperación, una búsqueda sin sentido porque sabía que no había nada que buscar. Rota por dentro y por  fuera. Y me había dejado llevar,  arrastrada por la inercia de mantenerme con lo mínimo para subsistir.

¿Y si es cierto? Es una locura, tengo el pecho encogido. No puedo soltar mi medalla, mi virgencita. Lo mejor será quedarme aquí hasta que lo vea. Aquí, donde la Señora dice que lo vio. Por Dios, que sea cierto. Sólo pido que sea él, que al menos pueda mirarlo una vez más, que pueda comprobar con mis ojos que mi hijo sigue vivo, que pueda abrazarlo, sentir su calor, su aliento. Sólo pido, que por favor, sea mi hijo.

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Kike Morey

Paula Arbide April 18, 2015

DON EULALIO

“Yo soy el aguatero del asentamiento humano”, me dice Don Eulalio, sin detener su camino. “Somos diez familias que vivimos en lo alto del cerro Sampagüana –en el extrarradio de la capital peruana-. Como acabamos de llegar no tenemos ni luz ni agua ni nada. Nos hemos organizado entre todos para diferentes tareas. Yo me encargo de hacer los viajecitos a la fuente que está del otro lado del cerro. Así por lo menos tenemos agua para cocinar, principalmente para los niños. Nosotros que estamos viejos tomamos cualquier cosa. Nuestro cuerpo ya está acostumbrado, je je je”, puntualiza Eulalio con una sonrisa.

"El promotor nos dijo que era amigo del alcalde y que en unos cuantos días nos darían el certificado de propiedad de los terrenos. Hay que esperar, nomás. Dicen que es peligroso, que antes han habido huaycos por la zona. El que nos trajo nos ha prometido poner un muro de contención. Así por lo menos las piedras no caerán a nuestras casas. Dicen que tampoco es seguro pero creo que puede funcionar. Mientras tanto tenemos que rezar pues, no nos queda otra. Menos mal Diosito siempre nos cuida."

Le pregunto qué es lo que le motiva a los suyos para irse a vivir en tales condiciones. “Imagínate cómo estábamos antes. La mayoría de nosotros vienen de dos o tres invasiones anteriores. Primero nos sacaron de nuestros pueblos los terroristas. Nos asentamos en un nuevo lugar hasta que nos botaron los narcos. Luego el estado dice que son los dueños de los últimos terrenos en donde estábamos. Vivimos como gitanos pero obligados por las circunstancias. ¿O acaso crees que nos gusta ir yendo y viniendo, de acá para allá, todo el tiempo? Ni que fuésemos masoquistas, je je je”.

Tengo curiosidad acerca de cómo es el día a día de la gente que vive con él, de dónde sacan el dinero para comer. “Hacemos algunos cachuelos, como meternos de albañil en una obra o limpiar los jardines de las casas de los ricachones. Otros son vendedores ambulantes de chicles, gaseosas o cosas chinas para los carros en los semáforos de la avenida principal. A veces los hijos mayores acompañan a sus padres después del colegio. Con lo poco que sacamos hacemos una olla común, donde nuestras señoras se encargan de cocinar para todos. Antes teníamos un comedor social bastante cerca. Ahora tenemos que recursearnos como sea”.

El fuerte viento levanta tal cantidad de tierra que nos hace difícil respirar. Al único que parece no molestarle es a “Matías”, el asno que acompaña a Don Eulalio desde hace más de veinte años. “Mi Matías es fiel, nunca me ha fallado. Me ha acompañado a todas partes y tiene la fuerza de un caballo. Bien fuerte es mi Matías. Cuando recién lo llevé a la comunidad me querían matar. El burro a las cinco de la mañana empezaba a rebuznar y levantaba a todo mundo. Los primeros días tuve que irme a dormir lejos con mi Matías. Pero luego la gente le tomó cariño, además de que nos ayudaba mucho para transportar las cosas, pues. Ahora que ya está un poco viejo y se cansa más, somos nosotros los que tenemos que despertarlo jejeje”, se ríe Don Eulalio, mientras Matías, cuál piloto automático, lo lleva a través del polvo a su destino final.

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Alex Oviedo

Paula Arbide April 9, 2015

DÍAS GRISES CON MAR DE FONDO

Sentada sobre una roca la vi una mañana de marzo. Recuerdo que el sol había salido por primera vez tras un febrero lluvioso, pero al verla desnuda sólo me inspiró extrañeza y desamparo. Aún hacía frío y tampoco era habitual que la gente practicase nudismo en aquella cala: estaba algo apartada, pero había que recorrer a pie un buen tramo para llegar a ella. Yo lo hacía las mañanas en las que buscaba inspiración para mis escritos, o tan solo unas horas en las que escapar del bullicio urbano. Me gustaba incluso aquellos días grises, en los que el mar de fondo parecía pintado por la mano de un dios vengativo y cruel: cielo y mar unidos sin un horizonte de esperanza.

Ella descubrió que la observaba, e hizo ademán de cubrirse el cuerpo con los brazos. Luego, sin embargo, prefirió seguir robándole calor al sol y yo opté por continuar mi camino.

A partir de ese día, me la encontré muchas mañanas, unas veces echada sobre la arena, otras recorriendo con paso incierto la orilla, sin llegar a mojarse los pies. Algunos días su piel parecía barnizada por el sol; otros, los más sombríos, recuperaba la tonalidad de un retrato en blanco y negro en el que resaltaban sus pechos, pequeños, casi inexistentes, y su pubis oscuro. Me gustaba verla avanzar como si flotase o sintiese miedo de la arena, un elemento extraño que se incrustaba entre los dedos y del que prefería desprenderse.

Según fueron pasando las semanas comencé a acercarme a la playa sólo para verla, y me volvía decepcionado las mañanas en que la arena me devolvía restos de soledad. Nunca me acerqué a ella: qué podía preguntarle, me decía. Había visto, además, los intentos de otra gente de acercarse, y cómo ella escapaba entre las rocas para desaparecer. Nunca supe a qué hora llegaba, ni la vi recoger su ropa y marchar. Sólo que acostumbraba a dejarse ver muy de mañana, como si le molestase ese público que la contemplaba con curiosidad; que quizás se preguntase, como yo lo hacía, quién era, o que buscase la leve sonrisa silenciosa que nos entregaba a quienes la acompañábamos en la distancia.

Un día, avanzado ya el verano, mientras observaba cómo el sol la llenaba de caricias, unas nubes grises cubrieron el cielo y dejaron caer sus primeras gotas. Ella se levantó asustada e hizo un gesto como para gritar. Por un segundo pensé que recogería sus cosas y se acercaría hacia mí. Que después de todas aquellas semanas cruzaríamos nuestras primeras palabras. Un hola precipitado, qué tal te va, el inicio tembloroso de una conversación ante alguien a quien no sabes qué decir. No fue así. Se dirigió hacia el mar, se sentó en la orilla y dejó que el agua la envolviera. Luego miró hacia atrás, a la roca en la que yo aún permanecía sentado, e hizo un gesto con la mano, quizás una despedida, no lo sé. Sonrió y se sumergió mar adentro hasta que sólo pude ver la estela de su aleta caudal.

 

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Rossana Cantarely

Paula Arbide March 27, 2015

CON LOS BRAZOS ABIERTOS

Sobre este tiempo sempiterno, en la burbuja de los pensamientos que me envuelven con su manto sutil y transparente, cierro los ojos para volar en el verso infinito que carga ese amor a los pies descalzos y al silencio. Me imagino flotando en el agua y tocando las nubes con la punta de los dedos de mis pies. Calladita estoy gritando en el mutis de los dioses niños que se sorprenden por cada infinitesimal detalle. No quiero ruido, solo música, esa música de violines que se extiende como un velo. Pero afuera el mundo es otro más allá de los misterios que imagino. Quiero habitar recostada aquí sin que mis pies toquen el suelo.

Me pienso, me descubro y me sonrío. Esta burbuja del arte me sostiene con suavidad y camino pareciendo levitar con la sobria calma de la sonrisa que nace espontánea como un árbol, extiendo los brazos para abrazar todo el universo de aquí a Argentina, de Argentina a España y volver. Cuántos mundos paralelos habitamos cuando escribimos, me gusta quedarme quieta sobre el jardín de los pensamientos y sentir la punta de la yema de mis dedos. Sentir con intensidad monstruosa el leve aire que respiro y que mueve el velo de los silencios que van nombrando todas las emociones. Me gusta jugar a que muero en la página en blanco con cada letra que escribo mientras dulcemente me duelo y vuelvo a sonreír.

Dolerse es en este caso saberse tan vivo, sentir el aire en los pulmones, el movimiento del estómago, sentir la uña incrustada, la hebra del cabello. Sentir el movimiento de la pestaña y presentir incluso el movimiento que está por realizar el cuerpo y volverse una idea en espiral que se vuelve concéntrica hacia el punto de equilibrio entre las emociones, las sensaciones  y el pensamiento para luego hundirse, hacia arriba, en el punto focal del velo que como un imán atrapa el ser que se desprende desnudo y vital hacia sí mismo.

Volar, moverse como nube, silbar como el viento, rehacerse como ola de mar: eso hace el poeta a cada instante. ¿Descansa? Sí, descansa de todo cuanto no es…o ¿Muere? Sí, muere porque solo cuando se muere se sabe cuán vivo se ha estado. Muere en el beso, muere en la palabra, muere en la gota de lluvia. Muere a cada instante ínfimo, muere con los brazos abiertos gritando en silencio que está vivo. Así, hoy muero entre líneas paralelas que no van a tocarse nunca. Desnudamente viva.Despeinadamente viva. Descalzadamente viva. Impúberamente viva. Agotadoramente viva. Con los brazos abiertos en la espera inmortal y transversa de los versos que se asoman como flash, abriendo los ojos con dulzura para apreciar la luz, para volver a calcular el aire que entra a los pulmones y el sabor del agua humedeciendo los labios.

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MENTXU ARRIETA

Paula Arbide March 19, 2015

DETRÁS DE UNAS MADERAS

            Tarareo alegre una canción mexicana mientras mi niño esconde su rostro detrás de una piña y Txuti observa lo que ocurre casi a ras de suelo. Todo musita la voz del viento, pero la imagen invisible revoluciona un sueño quebrado.

             No falta nada, todo está pintado. Tengo ocho sandías y tres piñas que maduran con el tic-tac del reloj que no llevo. Todo se tiñe de color cuando hay algo que comer y un poco de agua pueda discurrir por la garganta.

             Ustedes pensarán que me encuentro dentro de una ducha o algo parecido y que estoy medio vestida, no obstante, no les diré qué esconden estas puertas de madera grisáceas. Sonrío para mis adentros, sigo tarareando y bendigo lo que soy y tengo.

 

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Fede Biggi

Paula Arbide February 23, 2015

Compré la casa al poco de enviudar. Me gustó su sala, suficientemente amplia como para colocar todos mis libros, y con un amplio ventanal que daba al jardín y al muro de cemento gris-verdoso que lo separaba de la calle.

 

La primera vez que vi las sombras pensé que mi imaginación me estaba jugando una mala pasada, ya que, por un momento, me recordaron a la foto de recién casados que guardaba en mi mesilla. Aunque las sombras seguían ahí por la mañana, algo había cambiado en aquellos rostros. Con el paso de los días continuaron las transformaciones: de la alegría a la tristeza, a la decepción, la rebeldía, el enojo, la apatía. Yo ya no podía separarme de aquel telón sobre el que se proyectaba la historia de mi matrimonio.

 

 Esta mañana he pintado el muro. Pero sé que ni la más gruesa capa de pintura será capaz de ocultar el odio de mi mirada ni el brillo del cuchillo que mi mano izquierda aferra. 

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María José de Xerica

Paula Arbide February 12, 2015

"Arrópame, envuélveme, pero no me dejes caer. La oscuridad se pega a mi piel, se adhiere y se filtra por mis poros. Intento despegarme de ella, pero cuanto más lo intento, más me enreda. Estiro, me arrodillo, me retuerzo, pero siento que cada vez me queda menos fuerza. El negro desgarra mi vida. Ya no soy capaz, ni de ver las cosas bellas de la vida. Oigo las mareas, pero no las escucho, intuyo a los humanos, pero ya, ni los veo, percibo la brisa, pero ya, ni la siento, ni la huelo. Esta tinta negra, me ha tapado todos mis sentidos. Creo que sólo me queda una pierna libre del mal. Sácame de este pegajoso infierno que no me deja respirar, que bloquea mis sentidos y confunde mi alma. Ayúdame a sacudirme esta prisión de alquitrán. Déjame ser otra vez, un pájaro libre."

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Francisco Taboada

Paula Arbide February 5, 2015

REVELACIÓN

Fue una decisión exacta. La impresora láser era incapaz de reflejar la luz de esta fotografía antigua y tuve que recuperar del trastero mi equipo de revelado. Las cubetas, la ampliadora, los líquidos, tan caducados que me vi obligada a desplazarme hasta la otra punta de la ciudad para reponerlos, igual que la bombilla oscura del cuarto oscuro. Todo estaba quemado por el ácido, polvoriento por el tiempo, resultaba evocador, de cuando me inicié en la magia de las revelaciones, como la llamaba aquel profesor de primero, el profesor Nogueras. La LUZ, decía con mayúsculas, y levantaba los brazos al cielo y luego los bajaba hacia la clase y se encogía de hombros con resignación porque siempre se negaba a calificarla: la LUZ, la luz lo es todo. Y añadía: Qué pensará la luz de nosotros, si piensa en algo.

 Meto el negativo en la ampliadora y la enciendo con una mano, mientras con la otra apago la luz del cuarto. Siempre me gustó así. El cuarto oscuro, que nunca está oscuro del todo. La imagen que pide ser positivada. La benevolencia y precisión de la luz, surgiendo del agua, que limpia y retiene. Recuerdo esta foto. La robé, es real, no hubo que prepararla. Se titula Sesión Nocturna. Yo venía de sacar fotos a los charcos, de madrugada, y aquel cine apareció de pronto y saqué la entrada sin saber si me quedaría dormida y en el cine sólo estaba Ella. La vi, retrocedí, saqué la cámara del bolso y disparé. Perdón, dije, pero Ella no pareció darse cuenta. Estaba como embebida, subyugada. Ahora creo que me mira a mí, que me mira desde la cubeta. Que me mira y que me juzga. ¿Le estoy haciendo un buen servicio a la luz? Qué pensará la luz de mí, si piensa en algo.

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Andrea Fernández

Paula Arbide January 29, 2015

Dana llevó varias sesiones sentada frente al pintor que su familia había contratado para retratarla.

Lo contemplaba dibujar suavemente cada trazo, ensimismado en su trabajo. Su corazón se agitaba frente a él, esta nueva sensación la emocionaba, le resultaba placentera, inquietante.

Le pidió que soltara su cabello. Se detuvo por un momento entre la sorpresa y la duda, de sus 25 años al menos hacia 19 que lo usaba recogido, por la noche cepillaba su oscura cabellera y por la mañana al levantarse volvía a sujetarla. No se atrevió a negarse.  

Cada instante frente a él la hacía dudar, era de esas mujeres que siempre hicieron lo correcto, su padre era un hombre rígido, impasible. Ella jamás se permitió contrariar sus exigencias ya que sabia que era inexorable como pocos. 

Por primera vez la incomodidad del régimen en el que vivía la estaba ahogando.  Se sentía atraída hacia un hombre al que su familia vería inaceptable. Como podría enamorase de un pintor, que toca el saxo por placer y que además la duplica en edad. Un hombre que ni bien terminara su retrato se iría a la costa a pintar playas, océanos y atardeceres junto al mar.

-Sabes Dana-, le dijo aquella vez , con una voz grave que acaricio el silencio, - jamás me costó tanto pintar una mirada, cada vez que vienes debo retocarla, pareciera que tus ojos han ido cambiando la manera en que miras el mundo, cuando creo que la he terminado llega otro jueves y ya no está igual. Me quedaré hasta terminarlo, mañana a la noche salgo para la costa, me contactaron por unas pinturas y planeo preparar una muestra -.

Dana se heló, como extrañaría el olor a trementina que embriagaba ese espacio, el contacto de su mirada cuando trazaba con el pincel su rostro sobre el lienzo, con voz entrecortada le preguntó como era la costa, sólo con el deseo de escucharlo una vez mas. -Nada más imponente e impetuoso que el mar, ver caer el sol sentado en su orilla, uno se nota tan pequeño ante un horizonte tan inmenso, ante un espectáculo tan maravilloso, es una sensación inxeplicable, como en el amor hay que vivirlo para saber que se siente, ¿porqué no vienes? - preguntó - sólo debes traer algo de ropa cómoda la pasaremos en la playa - Dana no respondió.

Pedro terminó el cuadro que como aún estaba húmedo dejaría encargada la entrega a su hermano en unos días. La despidió con un beso en la mejilla y le dijo - hasta las 21hs de mañana estaré aquí por si te decides a acompañarme-  siguió parado en el umbral de su casa hasta que vio el auto de Dana doblar la esquina.

Aquel viernes por la tarde Dana se puso el short que había comprado esa mañana, dejó en los zapatos la pesadumbre de sus rígidos pasos, con la espalda desnuda de calvarios, con la mirada puesta en él, en ese hombre que le cambió el destino hacia la costa, salió de su casa.

Cada tanto escribe alguna carta, no cuenta mucho, dice que está feliz, que la enamoran algunas cosas, como caminar por la orilla, que la tibieza de la arena le suba por el cuerpo, saltar entre las olas mientras su cabello marca el paso del andar del viento.

 

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Rossana Cantarely

Paula Arbide January 14, 2015

NO VOY NI VENGO                                                          

Atrás la noche mientras corre por la espina dorsal tu recuerdo,

los lunares respiran tu nombre y me miro los pies quietos

para saber si ellos saben hacia dónde vamos…incompletos…

Ingenua mi cabellera cae como lluvia leve sobre el tiempo.

 

Desde mi antebrazo nace la sombra en contratiempo

y cae el rizo en espiral vertical como llama ardiendo,

la noche queda espaciada atrás distante e imprecisa

y a contraluz de todo, en primer plano, mi cuerpo pleno.

 

Un arete breve me sujeta al mundo en el que no creo

y voraces los silencios se agolpan entre los secretos,

cierro los ojos y la música se suspende en el oído intenso

que desvela los golpeteos de la sangre dentro del cuerpo.

 

Se estacionan en mi piel emociones en marejadas,

me nacen caracoles de pensamientos en exceso            

y silente niña-mujer con esta relatividad extraña

me envuelvo en el sabor anaranjado de tu beso.

 

Por los hombros se deslizan las sombras de lo incierto

y se agita en cada vello el mar de pasiones que llevo,

el omóplato se rinde entre la vida y el entresueño;

solitaria soy la poesía en la nuca infinita del universo.

 

Es un mar traslúcido en noche, e insoportable calma,

la oscuridad se torna viscosa, todo  lo envuelve, densa;

pero la luz de mi piel subversiva, turbulenta, la traspasa

con la sutil magia violenta y plácida de la total entrega.

 

Desnuda, las canas brillan a contraluz y me detengo,

en el encuadre entre  mi pierna y mi sien yo me sostengo

envuelta en mí, en mí retenida, no voy ni vengo;

Aquí estoy enclavada como pronombre en el verbo.

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Fede Biggi

Paula Arbide January 2, 2015

La prima Raquel colecciona conchas de caracol y las guarda en una caja de zapatos, junto a pepitas de sandía y de chirimoya. Da vueltas al café hacia el otro lado y siempre toma el postre justo antes del almuerzo. Cuando más llueve, coge el paraguas del abuelo y se va a dar un paseo.

Así que cuando la vimos corriendo escaleras arriba, todos salimos al jardín. Subida en el pretil de la azotea nos anunció su decisión de poner en libertad sus pajaritas de papel.

Su completa ignorancia en materia de papiroflexia quedó demostrada. Pero volar, volaron.

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